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martes, 24 de julio de 2012

Insomnio (23:35 h de una noche cualquiera)


Traté de dormir y no pude. Simplemente estaba añejando una idea desde hace tiempo, y hoy quería destilarla y plasmarla en los pequeños espacios de mi libreta.

Estoy aquí, sentado en la misma silla y alumbrado por la misma luz que me iluminó la sonrisa aquella noche de ese día en el que, como por arte de magia, apareciste en mi vida… aquella noche en la que reímos como tontos durante horas después de tomarnos las manos y gastarnos los ojos con nuestras miradas llenas de deseos en la tarde. Ahora parece tan lejano todo eso, la sonrisa desinteresada que salía de nuestros labios solo para hacer sentir bien al otro y desahogar nuestras almas de la felicidad que las embargaba, el deseo del contacto, las ganas de sentir nuestras presencias, la necesidad del beso que derrite las barreras del pasado y que desaparece por completo los lugares en los que se vive… todo se fue.

Y yo me pregunto, ¿por qué se extinguió el tiempo? ¿Por qué no te quedaste tú? ¿Por qué congelaste mis emociones y las redujiste solo a recuerdos que, como fotografías, quedaron inmóviles pero grabados en lo más profundo de mi mente? Todo pasó muy rápido, fue como morir atravesado por un rayo, yo solo venía sintiendo una leve llovizna sobre mi cabeza mientras caminaba por un tranquilo sendero de mi vida, cuando repentinamente vi un resplandor y al poco tiempo supe que estaba muerto. No me importa el rayo ni la lluvia, solo me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué justo ahora? Igual, ya no tiene caso, simplemente no lo tiene.

Fuimos como dos partículas viajando por la inmensidad a gran velocidad, chocamos un día por, que se yo, azares de la vida caprichosa, pero lo que salió de nuestra colisión en ese momento exacto fue tan hermoso, que creaste en mi una historia digna de ser contada. Fuimos  los protagonistas de nuestra historia, creamos nuestra propia galaxia, una más de todas las que ya existen en el espacio como las historias de amor, pero no cualquiera, creamos la nuestra, distinta y mejor que todas por pertenecernos, y poco a poco nos alejamos, hasta el punto en el que cada uno salió despedido para lados distintos, de nuevo a la inmensidad. 

Ahora solo me queda encontrar la salida a esta vorágine en la que se ha convertido este asunto de dejarte, ¿sabes? hasta los rayos se enfrían después de tocar el suelo, ¿por qué no habrá de enfriarse tu recuerdo después de atravesarme a mí? la fuerza que me queda después de aceptar que te fuiste la usaré para esperar a que te enfríes en mi mente, a que lentamente pierdas ese calor que me quema hasta el alma cada vez que intento tocarte, cada vez que te quiero junto a mí y no veo más que el vacío que dejaste cuando quisiste marcharte… Sí, eso haré, esperaré a que ya no puedas lastimarme y ahí volveré a tocarte, tal vez solo en ese momento sea capaz…

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