<<Ilustración hecha por la mujer de la magia en las manos: Liliana (2630), quien tuvo el valor de seguirme la cuerda. Twiter: https://twitter.com/_2630_>>
Un chico y una chica se encontraban una tarde
en un corredor bastante amplio que unía dos calles en el centro de la ciudad y,
como es de esperarse en una tarde cualquiera en el centro de cualquier ciudad,
por aquel sitio pasaban muchas personas. En aquella callejuela había algunas
pequeñas rejas negras que custodiaban unos arbustos verdosos con una que otra
flor, y algunos árboles delgados y no tan altos, lo que la convertía en una
especie de pulmón en el medio de aquella gran urbe. A ambos costados de aquel
sendero había algunas de esas bancas de madera y metal que son tan comunes en
todos los sitios al aire libre, estaban espaciadas algunos metros entre sí y
justo en dos de aquellas bancas, opuestas entre sí, se sentaban aquellos dos
lectores. Ambos jóvenes tenían en sus manos ejemplares cualquieras de la
literatura, aunque no parecían tener nada en común estos dos libros más allá de
sus hojas amarillentas y sus pastas un poco roídas por el tiempo.
Estaban tan inmersos en sus
hojas que el resto del mundo parecía no existir, ni los altos edificios, ni la
fuente que estaba a la derecha de aquel lugar, ni la estatua de ese héroe que
tras mil batallas parecía estar confinado a ser el posadero de las palomas;
anónimo, como casi todos los héroes.
Las mujeres son seres demasiado
cuidadosos de los detalles, y cuando se sienten atraídas por algo (o por
alguien) simplemente entran en una especie de trance en el que analizan a fondo
a su objetivo. Pues bien, esta chica quedó encantada con lo que veía frente a
ella, un chico encantador cuya única compañía en aquella tarde era una mochila
sencilla llena de franjas pequeñas de colores que formaban una especie de
zigzag. Por entre sus oscuras gafas de sol miraba con cierta curiosidad al
chico frente a ella, parecía que este sujeto leía un libro que no tenía inicio,
esto lo dedujo después de fijarse en que le faltaba la pasta delantera y unas
cuantas hojas.
Después de fijarse un rato más en los detalles
se dio cuenta de que ese extraño libro parecía empezar en la página 30, donde
se podía leer el título “Fin de una historia”. La razón de su curiosidad en un
libro viejo e incompleto era que el suyo también lo estaba, pero a diferencia
del que tenía el chico, el de ella si tenía inicio, pero no tenía final. Después
de suponer mil ideas descartó esa de que fueran el mismo libro, ya que el de
ella terminaba en la página 26, en donde en el último renglón se leía la
palabra “destino”. Le restó toda la importancia a ese asunto y se volvió a
clavar en sus hojas, abandonando también sus ideas.
Al tiempo que ella ignoraba
cualquier señal del mundo circundante,
el chico levantó la vista para digerir unas cuantas ideas y, con algo de
curiosidad, dirigió la vista a la chica que tenía en frente. Le pareció hermosa,
una mujer de cabellos oscuros y desordenados por la brisa, unas gafas oscuras
detrás de las cuales podían esconderse cualquier tipo de ideas (y de seguro un
hermoso par de ojos de cualquier color), unos labios que dejaban mucho a la
imaginación… En fin, una mujer simplemente encantadora. Pero había algo más que
captaba toda su atención, y era ese libro viejo e incompleto del que ella se
aferraba con su vida en ese instante. Lejos de sorprenderse se alegró de ver
que no era el único ser en el planeta al que le causaba placer tomar cualquier
libro, así no tuviera algunas partes, para escaparse de un mundo común y
aburrido.
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