lunes, 17 de enero de 2011 | By: Camilo Ramírez "Milo".

Niebla



<<"La locura es un cierto placer que solo el loco conoce."
DRYDEN, John
Poeta, dramaturgo y crítico inglés.>>

Era una mañana lluviosa, el sol no quería asomar por ningún lado. Tal vez las gotas de lluvia que golpeaban su ventana eran las lágrimas de un sol tan humano que simplemente lloraba recordando alguna mala pasada de su vida.

Él, un sujeto aburrido, se había levantado esa mañana más temprano. Toda la noche había tenido bailando en la mente a aquel personaje de piernas no tan largas pero esbeltas, de piel canela y de olor igual, de ojos oscuros y profundos, de boca roja, provocativa y mentirosa… Y así podría seguir un día completo, describiendo aquella dulce pesadilla con nombre propio, innombrable para no llorar.

La lluvia seguía cayendo, parecía que no tenía ganas de ceder, antes, caía con más rabia aún y con ella, un sentimiento de angustia y tristeza que inundaba las calles, las casas, los espacios más ínfimos. Él se paró frente a su ventana, desde su tercer piso se lograba divisar algo de la ciudad, tan solo una pequeña parte. A lo lejos a duras penas se veían unas cuantas casas, la feroz neblina se había tragado el resto de un solo bocado. Era algo apenas envidiable, en el estómago de ese gran monstruo se diluían los pensamientos y las ideas, la vida perdía su esencia aburrida. Pero Él, precisamente, estaba en la parte de la ciudad donde la vida aún era vida esa mañana, donde se hacía insoportable la existencia. Y digo que era vida porque seres como este se habían encargado de redefinir este término, como si la vida fuera simplemente algo obligado de vivir, como si fuera una cárcel de ideas, o una condena a no sonreír nunca, de nuevo.

La ventana empezaba a empañarse, la tristeza se había convertido en suspiros que, como demonios, salían de su boca y de su nariz y se estrellaban contra aquel vidrio oscureciéndolo, como si quisieran aislarlo totalmente del aburrido y triste mundo de afuera. La calle se tornaba más trémula, las gotas corrían por la ventana mientras las lágrimas corrían mejilla abajo y, como un gran "tsunami", se metían en la mente y arrasaban con los pensamientos y los recuerdos.

Ya no diferenciaba entre rabia o tristeza, pero si sentía como se iban grandes trozos de su supuesta vida “feliz” al tiempo que aquella gran ola de sentimientos encontrados arrancaba de raíz los tesoros que tenía escondidos en el fondo de su mente. Aquella dulce pesadilla de esbeltez inmensa se hacía diminuta al lado de la desesperación que él sentía en aquel momento, y su gran muro de frustración seguía arrasando todo a su paso, como decidido a desaparecerlo todo, quizá, dispuesto a dar un nuevo comienzo.

La gente afuera se veía algo tensa, todos corrían hacia todos lados y ninguno sabía a ciencia cierta para donde iba. Parecía como si la lluvia los hubiera dañado y a ellos parecía no importarles, con sus máscaras mojadas y sonrientes y sus pesadas ropas iban rumbo a la locura, a toda prisa, con lágrimas en los ojos, apenas contenidas por la falsa sonrisa que dibujaban sus bocas, cuando en realidad lo que querían era sentarse y llorar.

Aquel ser, tan triste y vacío como se encontraba, decidió salir a probar suerte afuera, donde rondaba aquel bufón que, con un solo toque, como el del rey Midas, volvía feliz todo lo que tocaba y pensó que tal vez refundiéndose en la gente lograría encontrar ese pedazo de su vida que le faltaba para ser feliz. Por su mente no pasaba otro pensamiento diferente al de olvidar aquello que en su momento lo hizo muy feliz cuando de repente y, como por arte de magia, con el solo contacto de una gota de lluvia en su cabeza, toda la neblina de su mundo pareció desaparecer. Aquel sol esquivo de la mañana salió de entre las espesas nubes y comenzó a iluminar la ciudad. La gente repentinamente había cambiado su postura y sus ropas, un mundo más fresco estaba frente a sus ojos y él, alguien totalmente diferente, estaba algo consternado por el repentino cambio de su alrededor. 

Los edificios se desvanecieron dando paso a un mundo en que todo parecía perfecto, como si las leyes que rigen esta aburrida existencia simplemente desaparecieran para dar paso al lugar ideal donde se encontraba. Sus tristes recuerdos, aquel bello ser que había estado dominando sus pensamientos y que trababa su felicidad, el resto de los falsos recuerdos de una vida no tan feliz, todo había desaparecido, aquel muro andante del olvido había logrado su cometido, un nuevo mundo se formaba en su mente y la lluvia había dado lugar al mejor de los sitios en este mundo. La realidad es que él, como todos los demás seres que corrían esa mañana en la calle, habían sido tocados por la locura, ya a nadie le importaban ya los edificios, ni la pesada lluvia que empapaba sus ropas y sus cuerpos, todos veían lo que querían ver, un mundo sonriente, sin complicaciones, sin recuerdos… después de todo, ¿quién dice que hay que estar cuerdo para ser feliz?

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2 comentarios:

lina vanessa muñoz medina dijo...

Cuando la union de las palabras logran su cometido, de emitir lo que el escritor siente, encuentras esa deslumbrante sensacion de que todo se ha sanado por que alguien te comprende, esa dulce melodia en medio del bullicio que aparece para arrebatar cada sentido...a pesar de que no son palabras tuyas me diste la opcion de leerte en el momento indicado... gracias por estar ahi... att lina...

Camilo Ramírez "Milo". dijo...

Hola Lina!
La verdad si son palabras mias, jejeje, y igual, me alegra que me hayas leido cuando lo necesitabas.

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