
Nostalgia es sentarse una tarde a
recordar cuando el tiempo no existía, cuando solo se anochecía para dormir y se
despertaba para jugar, para sonreír, para vivir y no solo para existir.
Nostalgia es pasar por una tienda
de esas en donde las vitrinas están llenas de esa sustancia amarilla que cubre
con el tiempo todos los cristales, y recordar cuando 500 pesos significaban una
fortuna en dulces: Chocolatinas, tostacos, un chocoramo, un jugo “Pitty”,
empanadas, refrescos de casi medio metro con agua de dudosa procedencia y con
partículas de “sabor extra” (de dudosa procedencia también). Lo que fuera, el
almuerzo de un día en una moneda.
Nostalgia es pasar por el frente
de el jardín de la infancia y recordar el olor a nuevo de las cosas, como los
niños compartían los juguetes, como se hacían esos banquetes de galletas con
papas fritas y gelatina en una sola lonchera, como no importaba después la
soltura de estómago y como eso podía también ser un boleto a la libertad,
porque llamaban a los papás diciendo “el niño se siente mal, mejor venga y
recójalo”, y ellos creían en la sinceridad que les expresaba nuestra cara llena
de súplica por un baño.
Nostalgia es recordar cómo no
había un solo “Montoya” en Colombia, ¡habían muchos! y todos concentrados en un
parque, montados en el vehículo más sofisticado del planeta, un monoplaza que
podía convertirse en un biplaza adicionando un par de tornillos en la rueda
trasera, y que podía hacer más ruido que un motor a reacción solo con un vaso
de yogur atravesado entre el chasis y la llanta trasera: Una bicicleta.
Nostalgia es subirse en un bus y
leer el letrero que dice “Todo niño mayor de 3 años paga pasaje” y darse cuenta
de que ahora tienes 19 años más que la edad del pasaje gratis.
Nostalgia es recordar como los
sábados en el canal 9 aparecía un león rugiendo y una voz gruesísima diciendo
“Canal A, ya regresamos”, y después de esto seguía la misma voz diciendo
“Grandes miniseries: La Cosa”, “El Resplandor”, “Cuentos de la cripta”, “¿Le
temes a la oscuridad?”, “Escalofríos” y ver con ansia y curiosidad a ese Golden
Retriever con ojos de gato apareciendo en la pantalla, como el preludio de una
tarde llena de suspenso y una noche llena de pesadillas, así el capítulo fuera
repetido por enésima vez.
Nostalgia es darse cuenta de que
dejaste de tener muñecos grandes por miedo a esos que eran fabricados en la
planta de “Niños Buenos”, de donde salió el asesino serial más aterrador de
toda tu infancia, un sujeto de menos de un metro de alto que, con un cuchillo y
mucha imaginación, lograba asesinar cuanta mole de carne se le pasara por el
frente.
Nostalgia es recordar que “uno
más uno es dos”, mientras que hoy solo ves “Y entonces, reemplazando en la
integral la identidad trigonométrica tenemos que la secante de X es…”
Nostalgia es ver los carritos en
miniatura y recordar como con ellos hacías una ciudad entera en el patio de tu
casa, cómo la tierra de las materas de tu mamá podía ser un desierto, como una
alberca llena de agua podía ser el océano atlántico en donde un 15 de Abril de
1912 se hundió el barco más grande de la época, cómo un simple cubo de hielo
flotando a la deriva podía ser un gran iceberg, y como los gritos de tu mamá
diciendo “¡DEJE DE JUGAR CON EL AGUA!” podían ser más aterradores que el sonido
de mil toneladas de acero abriéndose en dos partes en el medio del mar.
Nostalgia es recordar como el ir
a una piscina era el acontecimiento más genial de todas las vacaciones, porque
la piscina no era solamente un hueco lleno de agua en donde los grandes van a jugar
a bajarse los vestidos de baño y a tirarse borrachos con todo y la ropa puesta
diciendo “Sábana jajajajajajaja”. No, la piscina era el lugar más divertido de
la tierra, un mar completo en donde no montabas sobre un flotador, eras el
capitán de una gran embarcación que tenía una sola chimenea y que sonaba
“Prrrrrr” al soplar el agua con la boca. Podías ser una ballena que escupía esa
agua que hoy te da asco si quiera que entre a tu boca porque recuerdas también
que todos los baños quedaban demasiado lejos como para perderse un minuto de
diversión.
Nostalgia es recordar cuando le
decías a tu papá que querías trabajar un lunes en vez de ir al aburrido salón
en donde esa vieja gruñona trataba de meterte los números por los ojos, los
oídos y por donde te pudieran entrar. Sí, esos mismos números de los que hoy en
día tampoco eres amigo por cosas como esas.
Nostalgia es llegar a final del
año en 11 y llorar con “We are the champions” y con “Amigos”, y darte cuenta de
que te la pasaste refunfuñando por las evaluaciones que te hacían esos viejos
cansones a quienes ahora ves como los ídolos de toda una generación, esos
mismos que te enseñaron sobre “El frente nacional”, Egipto, Mesopotamia,
Persia, los sintagmas, “I You He She It We You They”, “El teorema de Pitágoras”,
potenciación, radicación, los verbos, los sujetos, las conjunciones, “León
Tolstoi”, “Jorge Luis Borges”, los acordes de la guitarra, el “Nadaísmo”, el
“Modernismo”, el “impresionismo”, y todas esas cosas que ahora mismo se están
llenando de polvo en tu cabeza mientras oyes a los ídolos de moda y ves el
reality show que mejor define a esta sociedad hecha pedazos.
Nostalgia es darse cuenta de que
todas estas cosas han pasado ante tu mirada impasible, que el tiempo, como me
dijo una vez uno de mis mejores maestros, “es tu mejor enemigo, porque te
muestra día a día en qué la estás embarrando, pero no te da chance de
devolverte a arreglarlo sino que te da la oportunidad de que más adelante no lo
vuelvas a hacer”, pero que por más de que creas aprender sigues cayendo y
cayendo, mientras la vida corre y tú te sientas a descansar. La nostalgia no la
produce el ver que la embarraste en el pasado y que no aprendiste, la produce
el ver que antes nada de esto importaba, porque no tenías el peso de la
sociedad encima, esa misma que te dice que sin un cartón de bachiller y otro de
“profesional” no eres nadie y que solo te queda barrer basura en las calles,
como si trabajar haciendo que esta ciudad no esté tan asquerosa fuera un
estigma, algo de qué arrepentirse y sentirse avergonzado.
Nostalgia es darse cuenta de que
antes de abrir los ojos a la realidad solo te importaban los “Armo Todo”, los
“Tazos”, “Me salió Charmander, me gané a Squartle, me pelaron a Pikachú”, los
“Power Rangers”, las onces de roscón y leche después de un agotador e intenso
momento de tareas, dibujitos, colores y operaciones básicas. Y después de abrir
los ojos a la realidad resulta que habían más cosas, y muchísimo más
complicadas de obtener, como un trabajo… sí, ese mismo que querías cambiar por
la aburridora clase de multiplicación de 3 cifras y operaciones con
fraccionarios, pero que hoy darías hasta la vida por no necesitar para poder
comprarte el nuevo “iPhone” porque el que tienes ya pasó de moda y es obsoleto
así haya salido hace tan solo 3 meses, porque comprar un tinto en la calle por
500 pesos no se ve bien y entonces necesitas a “Juan Valdéz” para que te embuta
su “Café selecto” por los ojos y las narices y la boca y, con las mismas ansias
y sin ningún escrúpulo, te cobre 4 000 pesos por el mismo tinto que te vendía
el sujeto del bus en miniatura, que no tenía un motor “V8” sino un “Dos patas”
que lo impulsaban con la ilusión de conseguir lo de la matrícula de los niños,
las onces, los cuadernos, los servicios, la comida y una que otra “galguería”.
Nostalgia es darse cuenta de que
esa frase que dice que “Todo tiempo pasado fue mejor” no es más sino la pura
verdad, que no haces girar tu vida en torno al estudio, a las letras, al
futuro, ni nada de esas cosas, sino en torno al dinero que podrás ganar después
de 5 (o más) años de quemarte las pestañas con un montón de cosas inútiles pero
interesantes, que no te importa ir a estudiar por entender sino por sacar
buenas notas, como si a la salida en una entrevista te dijeran “¿Y usted cuánto
sacó en cálculo integral? Porque acá solo recibimos a personas que hayan sacado
más de 4.5”, en que piensas en el futuro como algo que se pudiera comprar con
mucho dinero. Lo más chistoso y trágico a la vez es que… ¡Tienes razón! vives
en una sociedad que no sabe quién es Beethoven pero que se sabe todas las
canciones huecas de Dady Yanqui (o como se escriba), que cambia la oportunidad
de aprender a tocar un instrumento por la de aprender a matar extraterrestres
con un control que vibra, que cambia un libro por un televisor que enceguece,
no solamente por la radiación dañina sino también por el montón de excrementos
que sale de esa pantalla y de esos parlantes, porque por ahí te venden la idea
de que felicidad = dinero, que tu gobierno te quiere, que tu presidente no es
tu servidor sino tu jefe y que por eso puede hacer con tu vida lo que se le dé
la regalada gana, que dios es amor pero que ese “amor” cuesta un 10% de tu
sueldo, y el tipo que te lo dice violó a su hijo pero no fue juzgado por la
maldita sociedad porque es un “hombre de dios”.
Nostalgia, al final de todo, es
darse cuenta de que este planeta día a día se está yendo más por la
alcantarilla, que hace 50 años los polos eran el doble de grandes que hoy, que
los osos polares ahora mueren ahogados, que anualmente miles de ballenas y
elefantes son asesinados y quienes lo hacen reciben premios en vez de castigos,
que en las plantas de “Shenzen” hoy se ensambla tu nuevo “iPhone” por 5
centavos de dólar el día, mientras que a ti te cuesta dos meses (o más) de
trabajo duro, y lo más irónico, en esos 5 centavos de dólar vienen incluidas
las vidas, los sueños, las esperanzas y la dignidad de muchísimas personas.
¡PERO TIENE PANTALLA CAPACITIVA Y CÁMARA DE UN CHIRRIÓN DE MEGAHIPERPIXELES!
Y es acá donde me pregunto si
este mundo tiene un botón de “Reset”, y tal vez si lo tenga, lo que importa es
en donde, para ir a activarlo y regresar todo a las épocas en donde todo era
“Caos y Oscuridad”, porque imagino que al lado de este mundo regido por el
terror nuclear, la recesión económica, los despidos masivos, las protestas por
los “Derechos Humanos” (Y por los izquierdos también), la privatización de la
educación y el conocimiento, y los miles más de razones, ese “Caos” sería como
el jardín del edén. Tal vez los dinosaurios, en medio de su perniciosa y poco
honorable vida, encontraron ese botón de “Reset” del planeta, y le dieron paso
a seres muchísimo más capaces de llevar a buen término este paraíso terrenal. Pfff,
claro, como no…
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