martes, 16 de octubre de 2012 | By: Camilo Ramírez "Milo".

¡Los cuadros más costosos de la historia!


Navegando por la web encontré un sitio en donde me topé con una nota súmamente interesante... Los cuadros más valiosos de la historia, su nombre, su autor, su fecha de venta y lo más importante de todo... ¡EL VALOR EN EL QUE FUERON VENDIDAS! Vale la pena detenerse a leer las historias de cada uno de estos cuadros, definitivamente, de los más hermosos (y raros) de todos.

Acá dejo la dirección del sitio: ( http://humourcafe.blogspot.com/2007/08/top-10-most-expensive-paintings-ever.html), cabe anotar que el sitio está en inglés, aunque no es impedimento alguno para disfrutar de estas hermosas imágenes.

(La imagen que encabeza esta nota se llama " Irises" de Vincent Van Gogh, a mi parecer, uno de los cuadros más hermosos de todos los tiempos, y que, según este sitio, fué vendido en US $53,900,000!!! (definitivamente, solo buen gusto tenía quién los pagó)).

© (cabe anotar que ni la imagen ni los derechos son propiedad de este blog, por lo tanto, sólamente hago uso del "fair use", reconociendo que tal vez esta imagen esté protegida por derechos de autor (más bien conocidos como copyright (©), a fin de evitar problemas con los mismos.)
lunes, 15 de octubre de 2012 | By: Camilo Ramírez "Milo".

Café y Destino (Primera Parte)

  


<<Ilustración hecha por la mujer de la magia en las manos: Liliana (2630), quien tuvo el valor de seguirme la cuerda. Twiter: https://twitter.com/_2630_>>


  Un chico y una chica se encontraban una tarde en un corredor bastante amplio que unía dos calles en el centro de la ciudad y, como es de esperarse en una tarde cualquiera en el centro de cualquier ciudad, por aquel sitio pasaban muchas personas. En aquella callejuela había algunas pequeñas rejas negras que custodiaban unos arbustos verdosos con una que otra flor, y algunos árboles delgados y no tan altos, lo que la convertía en una especie de pulmón en el medio de aquella gran urbe. A ambos costados de aquel sendero había algunas de esas bancas de madera y metal que son tan comunes en todos los sitios al aire libre, estaban espaciadas algunos metros entre sí y justo en dos de aquellas bancas, opuestas entre sí, se sentaban aquellos dos lectores. Ambos jóvenes tenían en sus manos ejemplares cualquieras de la literatura, aunque no parecían tener nada en común estos dos libros más allá de sus hojas amarillentas y sus pastas un poco roídas por el tiempo.

Estaban tan inmersos en sus hojas que el resto del mundo parecía no existir, ni los altos edificios, ni la fuente que estaba a la derecha de aquel lugar, ni la estatua de ese héroe que tras mil batallas parecía estar confinado a ser el posadero de las palomas; anónimo, como casi todos los héroes.

Las mujeres son seres demasiado cuidadosos de los detalles, y cuando se sienten atraídas por algo (o por alguien) simplemente entran en una especie de trance en el que analizan a fondo a su objetivo. Pues bien, esta chica quedó encantada con lo que veía frente a ella, un chico encantador cuya única compañía en aquella tarde era una mochila sencilla llena de franjas pequeñas de colores que formaban una especie de zigzag. Por entre sus oscuras gafas de sol miraba con cierta curiosidad al chico frente a ella, parecía que este sujeto leía un libro que no tenía inicio, esto lo dedujo después de fijarse en que le faltaba la pasta delantera y unas cuantas hojas.

 Después de fijarse un rato más en los detalles se dio cuenta de que ese extraño libro parecía empezar en la página 30, donde se podía leer el título “Fin de una historia”. La razón de su curiosidad en un libro viejo e incompleto era que el suyo también lo estaba, pero a diferencia del que tenía el chico, el de ella si tenía inicio, pero no tenía final. Después de suponer mil ideas descartó esa de que fueran el mismo libro, ya que el de ella terminaba en la página 26, en donde en el último renglón se leía la palabra “destino”. Le restó toda la importancia a ese asunto y se volvió a clavar en sus hojas, abandonando también sus ideas.

Al tiempo que ella ignoraba cualquier señal del mundo circundante,  el chico levantó la vista para digerir unas cuantas ideas y, con algo de curiosidad, dirigió la vista a la chica que tenía en frente. Le pareció hermosa, una mujer de cabellos oscuros y desordenados por la brisa, unas gafas oscuras detrás de las cuales podían esconderse cualquier tipo de ideas (y de seguro un hermoso par de ojos de cualquier color), unos labios que dejaban mucho a la imaginación… En fin, una mujer simplemente encantadora. Pero había algo más que captaba toda su atención, y era ese libro viejo e incompleto del que ella se aferraba con su vida en ese instante. Lejos de sorprenderse se alegró de ver que no era el único ser en el planeta al que le causaba placer tomar cualquier libro, así no tuviera algunas partes, para escaparse de un mundo común y aburrido.

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Café y Destino (Segunda Parte)


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  La tarde estaba llegando a su fin, los rayos del sol se percibían opacos por algunas nubes que empezaban a acomodarse en el cielo. La gente, impasible ante los cambios del día, simplemente pasaban de un sitio a otro, muy seguramente con sus cabezas llenas de nubes también. Era una de esas tardes en las que la luz hace ver todo de una tonalidad amarillenta y algo oscura, casi del mismo color de las hojas de los dos fragmentos de libro que tenían este par de desconocidos entre sus manos.

Después de un rato el chico se paró de la silla y cruzó la pequeña alameda, la sombra proyectada por su humanidad hizo que la chica levantada su cara y lo mirara.

-¿Te gusta el libro que tienes en las manos?- preguntó él con algo de timidez. En los lentes oscuros de ella se podía ver su cara, reflejaba algo de temor, pero sus ojos ciertamente demostraban mucho interés. El temor que sentía el chico no era más que la consecuencia de la pasividad con la que ella se portaba frente a él.

-Sí, aunque me molesta un poco el hecho de saber que no lo podré acabar- dijo ella, y después de esto cerró la pasta delantera de aquel pequeño mamotreto de hojas y le enseñó la hoja final, en donde a la derecha se veía la costura rota del lomo del libro.

-Si es así, lo que a mi me molesta es el hecho de nunca haber podido comenzar el mío- repuso él con una sonrisa tímida y, cerrando las hojas que tenía en la mano, le enseñó la parte izquierda de la página 30, en donde se veía también rasgado el lomo de su libro.

El viento agitaba fuertemente las hojas de los árboles y los arbustos, y la tarde empezó a perder gradualmente su color para finalmente tornarse gris.

-¿Quieres acompañarme a tomar un café? hace frío…- exclamó súbitamente él. Algo se le atravesó en la  garganta, pero ella pareció no darse cuenta.

-Claro que sí- dijo ella, mientras se levantaba las gafas oscuras. -Hace bastante bien un café a esta hora-.  Se levantó de la silla y sonrió. -Me llamo Liliana- exclamó, como si hubiese podido leer el pensamiento del chico a quien acababa de conocer.

-Me llamo Javier- exclamó él con algo de timidez, casi que tartamudeando y, habiendo terminado su frase, se limitó a mirar al suelo, parecía que realmente se le dificultaba mucho poder mirarla a los ojos.

 Caminaron juntos hasta un antiguo café que quedaba a la izquierda del callejón. El silencio parecía de cristal, era frágil y transparente, dejaba ver las ganas que tenían de desencajarse las bocas a punta de preguntas, pero el miedo a romperlo estaba ahí. Cruzaron el umbral de una vieja puerta de vaivén y entraron en aquel sitio, después de mirar con algo de curiosidad todo el lugar lograron ver algunas peculiaridades ciertamente muy acogedoras como un mellotrón arrumado en una esquina y que ya no interpretaba ninguna clase de acorde, sino que servía como escaparate para sostener algunos bellos candelabros de metal.

Después de un rato volvieron a la realidad y, pasado el trance, escogieron una mesa que estaba ubicada en una esquina y junto a la cual había una gran ventana con un letrero pegado en el que se podía leer “1315 GENTES”.

-Bienvenidos, ¿Qué desean?- preguntó una amable dama entre la penumbra

-Dos cafés- respondió él con total desinterés de saber de quién era la voz. Se oyeron unos pasos alejándose por el piso de madera y de nuevo, el silencio.

Afuera la ciudad se oscureció aún más y la ventana se empezó a llenar de pequeñas gotitas de lluvia, mientras las sombras de los desesperados perturbaban la penumbra de aquel sitio. De repente un candelabro con tres velas encendidas apareció en la mesa  y el olor a café se desparramó por el ambiente. La anciana que les trajo los pocillos se perdía nuevamente en la oscuridad con la bandeja de metal brillante, dejando tras de sí una sensación de incertidumbre.

-¿Por qué un libro sin inicio?- preguntó Liliana con una mezcla de curiosidad y timidez.

-Porque me pareció gracioso leer un libro que inicia con el final de una historia- respondió Javier, esbozando una pequeña sonrisa con sus labios. -¿Y por qué un libro sin final?-

-Porque me pareció interesante tener el poder de terminar la historia como me plazca, si un día sonrío entonces imaginaré un final feliz, y si tengo un día gris imaginaré un final más sombrío. Es como jugar a ser Dios, a hacer las cosas dependiendo del ánimo con el que me levante- y sonrió con algo de picardía.

  Las velas se consumían muy rápido o simplemente el tiempo pasaba volando, pero después de romper ese cristal de hielo que los separaba pasaron horas y horas, y muchas más tazas de café.

  -Debo hacer una llamada, ya regreso- dijo Liliana y dejó encima de la mesa su fragmento de libro, desapareciendo por el mismo camino que lo hizo la anciana, en la penumbra trémula de las velas. Para llenar el tiempo, Javier tomó su fragmento de libro y empezó a compararlo con el de ella, llevándose una gran sorpresa al ver que en el lomo de este había un símbolo del infinito partido a la mitad, así que unió las dos partes para ver qué resultaba, ¡no había duda alguna! eran dos partes del mismo libro. El corazón le latía muy rápido y sus manos temblaban; abrió el libro en donde se cortaban las dos partes y se dio cuenta de que entre la página 26 y la 30 no había hojas. En ese momento ella regresaba.

***

Café y Destino (Final)


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-¿Qué te pasa?- preguntó con cierto humor al verlo con tal cara de sorpresa Javier, quien parecía haber acabado de ver un fantasma, no dijo nada y simplemente le extendió las dos partes juntas. La sonrisa burlona desapareció de la cara de Liliana y juntos entraron en un trance similar. Parecía que no hubiera coincidencia en todo esto, era como si la palabra que se leía en el último renglón de la página 26 los hubiese unido en ese sitio esa misma tarde.

-Pero, faltan cuatro páginas- dijo ella con un acento plano, como despertando de un sueño.

-¿Y si vamos a buscarlas?- dijo él con un arrebato de energía. Ella simplemente se paró de la silla y le tomó la mano, halándolo con bastante fuerza, pagaron las tazas de café y corrieron a la calle.

La lluvia se había convertido en la dueña y señora de todo el lugar, abundaban las sombrillas, los charcos, los “splash” del agua salpicándolo todo al ser disparada por las llantas de los autos y por los zapatos de la gente que iba con prisa. Los postes, por su parte, alumbraban con una luz derretida todo a su alrededor, como si de sus focos salieran chorros de pintura amarilla que se corriera fácilmente por la acción del viento y de la lluvia precipitándose. En el suelo los charcos distorsionaban los reflejos del mundo con el golpear de las gotas de lluvia, como si del otro lado del espejo de agua el mundo temblara con violencia. Mientras todo esto sucedía, la humanidad, impávida ante las simplezas de una tarde de lluvia, seguía su propio rumbo.

Los dos jóvenes corrían cogidos de la mano, con un ritmo casi frenético, hacia ningún lado.

 -Espera- dijo Javier tratando de detenerse, mientras Liliana parecía correr por el tesoro de su vida.  

-¡ESPERA! - espetó de nuevo con una agitación tremenda.

-¿Qué pasa?- preguntó ella, con su cabello desordenado y mojado y su cara empapada de lluvia.

  -Si el destino nos dio un libro con el final de una historia, ¿por qué no escribimos nosotros en las cuatro páginas que faltan la nuestra? Siempre es más divertido el inicio que el final- y se quedaron mirándose fijamente.

Sus respiraciones estaban agitadas y no solamente por correr como desesperados por la calle, también estaba aquel sentimiento de felicidad y de sorpresa al recordar los acontecimientos que acababan de pasar. Les encantaba la manera como había sucedido la tarde, les encantaba el lugar, el café, la compañía del otro y ciertamente se encantaban mutuamente.

-¿Qué dices?- dijo Javier y, sin más palabras, Liliana se le abalanzó encima y se deshicieron en un beso lleno de energía y de calor, mientras la ciudad parecía derretirse alrededor e irse junto con la lluvia por las alcantarillas.

Las personas pasaban y con sus miradas juzgaban a este par de amantes anónimos que se fundían en con un beso a la luz de un amor efímero, mientras el resto de la humanidad habitaba bajo la sombra de sus sombrillas y se perdían en la oscuridad de un mundo incomprensivo. Separaron sus labios lentamente mientras el corazón aún les latía con la fuerza de la dinamita, se tomaron de la mano y con cierta nostalgia se dirigieron a la parada de bus más cercana, sabían que había llegado el inevitable “fin de una historia”.

Al llegar se despidieron en un abrazo húmedo y cálido antes de que Liliana pasara la registradora que parecía dividir las letras y la realidad. Se puso sus gafas oscuras de nuevo, esbozando una sonrisa algo triste con sus labios y, en silencio, dejó caer algunas lágrimas que se confundieron con las gotas de lluvia que ya estaban sobre su cara. Se dio la vuelta para cruzar el trinquete y, al volver su cara hacia atrás, Javier había desaparecido junto con la brisa que en ese momento soplaba hacia el sur.

  El final de la historia no está escrito aún, cada cual se llevó consigo su fragmento de libro, así que no pudieron conocer la parte restante de este. También ignoro si volverían o no a encontrar sus miradas y sus labios aquel par de amantes anónimos, pero si no volvieron a hacerlo, de lo que si estoy seguro es que ella, en sus días felices, dedica algunos minutos a imaginar finales felices para esa historia que hubo de caber en cuatro páginas.

 Las operaciones matemáticas básicas se parecen entre sí, por ejemplo, la suma se parece a la multiplicación y la resta es parecida a la división. Si se suman los dos dígitos del número en el que termina la parte del libro que posee Liliana y se multiplican los dos de la página en la que inicia la parte de Javier, se tendrá el símbolo del infinito en forma vertical. ¿Qué tantas letras cabrán en cuatro páginas de historias que siempre tienen un buen final?

Historia De Un Joven Artista. (Primera Parte)







Hubo una vez un joven, un gran soñador y muy inteligente, al que le gustaba leer, escribir y disfrutar de las cosas buenas que la vida día tras día tenía para ofrecerle.


Una vez, salió a las calles de su pueblo a divagar un momento en sus pensamientos, en un momento dado llegó a un mercado y se encontró con unas pequeñas figuras plásticas, tenían diversas formas, planetas, cometas, lunas, estrellas, soles, y cuantas más figuras se pudiese imaginar, decidió que, con el poco dinero que tenía en sus bolsillos, compraría algunas para acomodar en el vasto techo de su gran habitación.

Al llegar a su cuarto se dedicó horas enteras a ordenar con un patrón sus nuevas figuras, las ordenaba en cuadrado, en círculo, concéntricas, en forma de elipse, en rombo, en espiral... Pero se dio cuenta de que su techo era demasiado grande para tan pocas figuras, así que se dedicó a ahorrar lo que le daban sus padres diariamente para comprar dulces o libros, y así poco a poco ahorró el dinero suficiente para comprar una cantidad muy grande de estas extrañas pero hermosas figuras.


Pudo, después, dar rienda suelta a su imaginación, buscando la forma de poderlas acomodar con tal perfección que se sintiera orgulloso de su creación, así que volvió a tomar las formas con las que quería organizar sus pequeñas y hermosas figuras extrañas, poniendo un planeta por acá, una estrella por allá, un cometa un poco más cerca, un sol un poco más lejos...


Todos los días, al finalizar su jornada, se acostaba en el suelo y se dormía mirando su creación, tantas pequeñas figuras como era posible imaginar, estaban organizadas en formas tan hermosas que cualquier otra persona, más sensata por cierto, hubiera estado feliz de haber logrado y, de paso, se hubiera sentido orgullosa también. Pero no, no este muchacho, inquieto como él solo, dedicaba días enteros, desde el alba hasta el anochecer, tratando de lograr la perfección en lo que quería, y cada noche se dedicaba a pensar en cómo podría organizar aquellas pequeñas figuras de nuevo, de forma que fuera perfecto a la vista de cualquier observador.


Una mañana despertó y se dio cuenta de que había llevado su paciencia y su obsesión al máximo, pero no le importó, ansioso comenzó a desorganizar con rabia todo lo que había hecho durante tanto tiempo, las pequeñas figuras bailaban por doquier en el techo de su gran habitación, después de durar un día entero desahogándose con su creación, se acostó a dormir, y se dio cuenta, al mirar hacia arriba, de que su techo era la cosa más hermosa que hubiese visto algún día, era algo de lo que se podía sentir orgulloso con todo su corazón, y en ese gran caos que había creado, había encontrado todo lo que buscaba con tanto esmero: la perfección.

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Historia De Un Joven Artista (Final)



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Aunque el fin de su obra fue la más grande de las obras jamás vistas por ningún otro ser, este muchacho se emocionó tanto que sobrepasó sus límites de cordura y enloqueció. Apenados y sumergidos en la más grande de las tristezas, sus padres lo tuvieron que dejar en una casa de reposo hasta el fin de sus días, y lo más triste de todo es que este muchacho, gran creador, nunca jamás volvió a ver su hermosa obra, solamente la imaginaba y la tocaba en sus largos paseos por el mundo de la locura.

¿Qué pasó con su obra? bueno, su cuarto quedó confinado al olvido, los ventanales que surtían de luz a aquella habitación simplemente se oscurecieron por la mugre, el polvo, la lluvia que acentuaba día tras día más el barro en sus superficies cristalinas, y el descuido del mundo.

Tiempo después, en la profunda oscuridad de aquél cuarto, comenzaron a surgir pequeños seres vivos en todas las figuritas que una vez adornaron el techo de quien fuera un artista, en aquel pequeño caos creado por un loco, comenzaron a nacer seres tan perfectos como la misma obra sobre la que habitaban, pero así como un hijo tiende a heredar los ademanes de su padre, estos pequeños seres enloquecieron en otra búsqueda: la de su creador, en esa intensa necesidad de respuestas empezaron a divagar, igual que su padre, por las calles de la locura, una locura que es colectiva y que por eso a ninguno de aquellos pequeños seres le parecía descabellada como realidad, así empezaron todos a imaginar y a inventar distintos padres, todos con la única realidad de imaginarlo o inventarlo como un artista perfeccionista. Quien dijera la verdad, que su creador era un loco, era tomado como tal y apartado de esa pequeña gran sociedad.

Pobre de aquellos pequeños seres, aún con todo lo que han logrado avanzar en la eterna noche de su espacio, nunca lograrán conocer la verdad, la verdad de que, como su padre, están locos, y que viven simplemente en un cuarto oscuro, polvoriento y olvidado al que el día de hoy le llaman universo.

Ah, por cierto, ese joven soñador, artista, perfeccionista y loco de remate se llamaba Dios, hace quien sabe cuánto tiempo habrá muerto para convertirse, después, en uno de aquellos pequeños seres que habitan en su pequeño techo.

Sonrisa (Primera Parte)






Caminando por un estrecho sendero en uno de esos pueblos viejos que tanto caracterizan las regiones rurales de cualquier parte del mundo, me topé con el cementerio. Eran cerca de las 4 de la tarde, el aire se sentía pesado por el calor, como si no se quisiera dejar respirar, como si en cada bocanada de este se introdujera un poco de fatiga para el corazón. El camino se veía trémulo a causa del intenso calor, y en el cementerio grandes árboles de eucalipto, cipreses, pinos y uno que otro arbusto ofrecían sus hermosas ramas como un resguardo pasajero al sol asesino, al menos hasta la hora en donde éste se despide de esta franja del mundo para ir a hacer lo propio a la otra mitad.


Entré entonces en aquel tétrico lugar, por más de que el sol era radiante y el día totalmente claro, la pesadez del aire, en comparación la de afuera era totalmente evidente; caminar por entre los pasillos de los descuidados mausoleos de familias enteras que se erigían hacia lo alto, por entre las lápidas mentirosas (en las que queda consignado que todos los seres humanos eran buenos hombres y buenas mujeres, imagino que en la tumba de Hittler también dirá algo semejante), por entre los osarios de personas enteras que quedaron reducidas a un pequeño montón de cenizas llenas de recuerdos, hacía de este lugar algo no muy placentero de visitar. En fin, solo había entrado buscando el resguardo de uno de aquellos gigantes verdes.


Pasaba a lo largo de los pasillos enteros que formaban pequeñas callejuelas entre las horrendas edificaciones que componían este lugar, en todas se veía el paso del tiempo y las huellas de las inclemencias del clima, rayas negras que dejaba el agua a su paso por entre las paredes blancas o el mármol hacían ver todo más oscuro de lo que en realidad era, la maleza estaba alta y en algunos trozos de camino apenas si se podía distinguir entre un tenue sendero trazado por las personas que ya no venían a  visitar sus recuerdos ajenos y el resto de las tumbas. Era la época del año en donde los árboles hacían su limpieza personal, dejando caer muchas hojas de color café, que hacían un verdadero placer caminar por entre cualquier sendero ya que se partían debajo de los pies haciendo más sonoro el caminar, y los rezagos de alguna llovizna reciente habían mojado con pequeñas gotas de agua pura las punticas de la verde y hermosa maleza que era ahora la dueña y señora de aquel triste lugar.


Encontré, por fin, un árbol cuyas ramas se desplegaban a lo ancho de su tallo tan bien, que ofrecían un resguardo casi perfecto para quien deseara ocultarse de los rayos del sol y, coincidentemente, aquel fulano que buscaba resguardo era yo. Me senté a disfrutar de la sombra de aquel gigante, era tan expresivo que cada vez que soplaba cualquier ráfaga de viento se reía y agitaba sus hermosas ramas hacia todas las direcciones, haciendo con sus verdes hojas un sonido demasiado tranquilizador. Estaba a punto de quedarme dormido cuando me percaté de la presencia de algo que no había visto antes, tal vez por el cansancio.  Al pié del árbol había una especie de bolsa negra y en su interior había algo realmente curioso, ya que parecía un balón, me acerqué y en la sombra de las ramas del  viejo árbol desaté el pequeño nudo que amarraba aquel paquete misterioso, y al abrirlo… ¡sorpresa! Era una calavera, pero no era cualquiera,  en sus cuencas se veían tales signos de maldad y sabiduría que inspiraba demasiado temor y respeto al tiempo, su color amarillento denotaba la cantidad de tiempo que llevaba siendo una simple calavera, y su peso, fuera de lo normal, dejaba ver que aún tenía demasiadas ideas dentro de sus cavidades.


Al momento de agarrarla, me habló diciendo:


-Tómame con una mano, mírame a los ojos y te diré mil respuestas, te contaré mil historias, te narraré mil y una vidas completas, te hablaré de tesoros escondidos, grandes riquezas esperan por ti si me sostienes en tu mano”, así que procedí a sostenerla con mi mano derecha mientras con la izquierda solo atinaba a apretar un pequeño montón de pasto que había cogido en el momento en el que apareció mi acompañante misteriosa.


-La ironía de la vida -dijo- es que nunca terminas de vivirla, la libertad debería ser la única guía para vivir una vida bien vivida, darle rienda suelta a la imaginación, sentirse vivos de verdad con cada una de las cosas que se hacen… ¡eso es como beber una deliciosa copa del mejor vino! se disfruta de inicio a fin, sin desperdiciar ningún sorbo, por más pequeño que sea.


En un inicio solo se dedicó a relatarme algunas ideas de una manera muy efusiva, debo decir que me producía mucho placer oírlas, luego siguió con otra que decía algo como:



-Los animales son más civilizados que todos los seres humanos juntos, la naturaleza los hizo seres realmente sabios, matan cuando necesitan comer, beben cuando necesitan beber, corren libres por las praderas, por los bosques, por los desiertos… Nada los limita, viven en comunidades sin necesidad de preocuparse por la cantidad de miembros en sus manadas, sin necesidad de comportarse como salvajes por ideas contrarias, ¡razón tenía la hermosa frase que reza: “En algún momento de la evolución, los animales decidieron no hablar para no confundirse con la horrible bestia humana”, ¡tristemente el hombre es el único de los animales que hace valer su vida pisoteando las de los de más!, si bien la ley del más fuerte se da en todas las formas de vida posibles, el hombre es el único que la ridiculiza haciéndola ver como un acto de canibalismo innecesario.


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Sonrisa (Segunda Parte)



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Entre frases como estas, la calavera y yo pasamos toda la tarde bajo el árbol, sus sabios dientes se abrían y se cerraban para dar paso a palabras tan precisas, tan certeras, que apenas si podía respirar oyéndolas,  todas y cada una de ellas. Me habló de los distintos reyes, de los más majestuosos imperios, de los tesoros más deslumbrantes, de los pensadores más ilustres del mundo, cuyas palabras e ideas se había aprendido este demonio en forma de una inocente calavera, la forma final de todo ser humano.


La tarde estaba tranquila pero igual de pesada, ahora el sol había descendido un poco más dándonos ahora con toda su luz directamente a los ojos a mi inusual compañera y a mí, cuando finalmente logré articular algunas palabras fueron para preguntarle acerca de él (o "eso", como sea), de repente una oscuridad aún más espesa invadió los hoyos donde solían haber dos ojos, y dijo:


-No es de tu incumbencia joven curioso, soy quien soy y con saber eso a ti debería bastarte.


Sinceramente, saber que aquel sabio ser era una simple calavera no me causó ninguna satisfacción, así que esta vez fui más directo y le dije:


 -Aunque me honras con compartirme todas las ideas que me has relatado esta tarde a través de esos amarillentos dientes, no me convence la idea de que hayas sido un ser humano común en vida. ¿Quién eres, por el amor de Dios?


Un silencio instantáneo apareció entre nosotros y duró un rato, al cabo de algunos minutos me respondió:


-“Es extraño encontrar a alguien como tú en la soledad de este lugar, hasta aquí han llegado necios buscando un lugar para beber, para maldecir, para escapar de un mundo monótono... tristemente son personas vacías. Al encontrarme me irrespetan hundiendo sus dedos en mis cuencas, mueven mi quijada y, al momento en el que me presento, huyen despavoridos con expresiones tales de terror en sus rostros, que se que jamás volverán. En cambio tú, curioso endemoniado, has tenido el valor de mirar la oscuridad total de mis ojos, de sentir el aliento vacío de mi boca, de oír mis frías palabras, tu búsqueda de respuestas te ha traído a mí, algo que solo busca responder preguntas. ¿Por qué no me das algo de paz y me formulas la pregunta correcta?  Estoy cansado de responder siempre lo mismo, ustedes los humanos son tan predecibles que causan aburrimiento.”- Terminando con esta frase sus dientes se cerraron, y de nuevo... el silencio.


La mente humana es un misterio demasiado hondo, tan oscuro e inexplorado como el mismo mar, y tan grande como el mismísimo universo. ¿Cuántas preguntas distintas podrían haber dentro de la mente de cualquier ser? ¿Cómo iba a saber yo cuál era la pregunta correcta? Y más tétrico aún era suponer, ¿Cuál sería entonces la respuesta a tan magnífica pregunta? Al verlo de esta manera, podría nacer y morir mil veces consecutivas y en esas mil vidas pensar únicamente en la pregunta correcta, y aún así, no sabría cuál podría ser. Así que solamente dije:


-¿Por qué algo como tú, con todas las respuestas a las grandes preguntas de la humanidad se ha convertido en una simple calavera?


El silencio característico en nuestra conversación desde hacía algunos momentos había vuelto a aparecer, y se rompió de sorpresa con una frase que salía del vacío de las quijadas de aquella cosa:


-Mira hacia tu derecha y verás algo semejante a mí, otra horrenda calavera. Aquella cosa vacía perteneció a un gran terrateniente de estas tierras, tenía a su antojo cuantos manjares quería, podría haber viajado alrededor del mundo si hubiese querido, pero era tan avaro que apenas si gastaba dinero en sí mismo, eso sí, jamás escatimó un céntimo en lo que para él era lo más importante: la comida. Engullía los platos más deliciosos hasta la saciedad, y los sobrantes, que no eran pocos, los tiraba a un hoyo en la tierra para que ni siquiera los perros se los comieran. Argumentaba que todo lo que él había conseguido con su dinero no podía ser siquiera deseado por alguien más, era tan egoísta que vio perecer a su propio hermano a falta de una medicina y aún teniendo el dinero suficiente como para comprarle un millón de estas no movió ni un solo dedo para ayudarle, entonces un día cualquiera su cuerpo no aguantó más el peso de su alma y cayó enfermo, y aunque tenía todo el dinero del mundo pereció como cualquier otro ser vivo en esta tierra, y vino a parar a este triste lugar, en un hueco cualquiera, cubierto de una tierra cualquiera que un agua cualquiera se encargó a través de los años de remover, y ahí lo tienes, el hombre más rico de la región convertido en nada más y nada menos que una simple y vacía calavera.

***

Sonrisa (Final)


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Aún y con su maravillosa historia de aquel avaro, no entendía el significado de su metamorfosis, así que volví a preguntar:

-Yo entiendo que los avaros al igual que todos están destinados a morir y después de un proceso de degradación de sus carnes quedan hechos calaveras, pero, ¿por qué tú?.

Volví mi cabeza hacia mi no muy agraciada compañera esperando alguna respuesta. Soltó una carcajada tan graciosa y a la vez tan horrenda, que hizo que unos pájaros que descansaban en las ramas superiores de árbol escaparan en bandada. 

- Es algo simbólico -dijo-,  Si yo hubiera sido un gran sabio, después de haberme ganado el respeto de comunidades enteras, nada hubiera podido salvarme de mi inevitable final. ¡Todos terminan en esto! Así tengas todo el dinero del mundo, así seas el más miserable de los miserables, así seas el más ilustre o el más ignorante de los seres de esta tierra, terminarás en esto. Como decía el autor Julio Flores: El hombre nace y llora y llora, y el llanto su faz deslíe, ¡se muere el hombre y entonces la calavera se ríe!, ¿no se te hace irónico? Aquel hombre, por ejemplo, jamás rió porque se dedicó a conseguir dinero, y toda su vida giraba en torno a sus monedas doradas, sufría noche y día, nunca tuvo paz, y míralo ahora que no es nada: ¡tiene una gran sonrisa en lo que le queda de cara!. Imagínate ahora al emperador Shah Jahan de la India, quien hizo construir el majestuoso Taj Mahal, mandó al final de la construcción quitarle las manos a todos quienes habían participado en esta y al desgraciado arquitecto le quitó los ojos argumentando que “no debían concebir jamás algo de igual belleza”, este castillo era un monumento a su mujer predilecta, quien murió antes de finalizar esta obra de arte, y la enterró debajo de esta. Al morir él se hizo enterrar junto a su mujer, mientras que al resto del harem las enterró en las afueras de su castillo en unas construcciones menos imponentes. ¿Crees que por el hecho de haber quedado mancos ahora mismo todos los obreros no estarán riendo bajo la tierra? ¿Crees que el emperador y su mujer no estarán riendo uno junto al otro en este mismo instante? Y qué me dices del talentoso arquitecto, a pesar de haber perdido los ojos en vida, ¿no estará sonriendo en este momento a pesar de haber sido degradado por su enorme sentido de la belleza? La calavera es el noble final de todo ser vivo, es la ironía de la vida cuando esta falta. Yo solo estoy convertido en calavera porque pretendo mostrarles a todos que no basta ser sabio, ni rico, ni esbelto ni nada de esas cosas que les manda la sociedad, porque al fin y al cabo todos serán como yo algún día. El hecho de saber vivir la vida hará que esta sonrisa natural al final de tu tiempo valga la pena.”

Ver el inevitable final de la vida reflejado en esta entidad extraña solo me puso a reflexionar, y mi insaciable apetito de preguntas se convirtió en unas cuantas, las cuales no tardé en hacerle saber a aquella sabia e irónica calavera:


-Ahora que me has hablado tanto de la vida y de la sonrisa de la muerte, ¿Cuál es, entonces, la mejor manera de vivir la vida para que esta valga la pena? ¿Cómo podríamos como seres vivos disfrutar al máximo de nuestro tiempo en la tierra? Porque hay varias cosas que hacen valer la vida, pero, ¿cuál es la clave para que en el último de nuestros suspiros logremos decir “He vivido una buena vida, como una buena copa del mejor vino, y ha valido la pena de inicio a fin?-


En ese momento un fuerte viento empezó a soplar desde donde alumbraba el sol, todas las hojas se levantaron del suelo formando un torbellino de hermosos colores que se entremezclaban con el azul del cielo de la tarde y el verde del pasto, la calavera entonces se empezó a deshacer en mi mano,


-Esa es, muchacho, la pregunta correcta - me dijo-, el único que puede decidir si tu vida es una copa del mejor vino o un simple vaso con agua sucia eres tú.


Ya faltaba muy poco para que se acabara de deshacer totalmente cuando pronunció la última frase que le oí a este extraordinario ser.
 -“Libertad, esa parece ser la respuesta correcta”-. Al pronunciar esto, quedó reducida a un pequeño montón de cenizas que fue arrastrado por el fuerte y misterioso viento que, así como apareció, súbitamente desapareció.


Una hoja que se balanceaba en la punta de una de las ramas de aquel árbol dejó caer una gota de agua sobre mi frente, me desperté muy agitado y giré la cabeza hacia todos lados, pero solo podía ver hojas caídas, pasto verde y húmedo, árboles inmensos y muy bien poblados de las más verdes y frondosas ramas, pequeños arbustos con algunas pequeñas gotas de agua adornando sus hojas, un cielo azul con algunas nubes difuminadas en él y al fondo, las tétricas edificaciones que me habían dado la bienvenida. En todo el lugar dominaban los sonidos de las hojas chocando entre sí como si fuera una gran tormenta y el agua golpeara furiosamente el suelo, los pájaros cantaban con sus característicos sonidos a una tarde que ya se escapaba por el horizonte, y en medio de todo esto aún me sentía agitado. Me levanté y busqué la extraña bolsa negra por todos lados sin encontrar nada, miré mi mano en busca de cualquier rastro de ceniza en ella, pero estaba tan limpia como cuando llegué, salvo algún trozo de pasto, no tenía absolutamente nada. Todo fue un sueño simplemente, aunque la calavera de aquel hombre avaro si estaba en el mismo lugar donde la había visto… Y las ideas, y las leyendas, y los tesoros, todas estaban aún en mi mente, así como las respuestas, y la única pregunta que no tiene una única solución.
lunes, 8 de octubre de 2012 | By: Camilo Ramírez "Milo".

¿Qué Es Nostalgia?





Nostalgia es sentarse una tarde a recordar cuando el tiempo no existía, cuando solo se anochecía para dormir y se despertaba para jugar, para sonreír, para vivir y no solo para existir.
Nostalgia es pasar por una tienda de esas en donde las vitrinas están llenas de esa sustancia amarilla que cubre con el tiempo todos los cristales, y recordar cuando 500 pesos significaban una fortuna en dulces: Chocolatinas, tostacos, un chocoramo, un jugo “Pitty”, empanadas, refrescos de casi medio metro con agua de dudosa procedencia y con partículas de “sabor extra” (de dudosa procedencia también). Lo que fuera, el almuerzo de un día en una moneda.
Nostalgia es pasar por el frente de el jardín de la infancia y recordar el olor a nuevo de las cosas, como los niños compartían los juguetes, como se hacían esos banquetes de galletas con papas fritas y gelatina en una sola lonchera, como no importaba después la soltura de estómago y como eso podía también ser un boleto a la libertad, porque llamaban a los papás diciendo “el niño se siente mal, mejor venga y recójalo”, y ellos creían en la sinceridad que les expresaba nuestra cara llena de súplica por un baño.
Nostalgia es recordar cómo no había un solo “Montoya” en Colombia, ¡habían muchos! y todos concentrados en un parque, montados en el vehículo más sofisticado del planeta, un monoplaza que podía convertirse en un biplaza adicionando un par de tornillos en la rueda trasera, y que podía hacer más ruido que un motor a reacción solo con un vaso de yogur atravesado entre el chasis y la llanta trasera: Una bicicleta.
Nostalgia es subirse en un bus y leer el letrero que dice “Todo niño mayor de 3 años paga pasaje” y darse cuenta de que ahora tienes 19 años más que la edad del pasaje gratis.
Nostalgia es recordar como los sábados en el canal 9 aparecía un león rugiendo y una voz gruesísima diciendo “Canal A, ya regresamos”, y después de esto seguía la misma voz diciendo “Grandes miniseries: La Cosa”, “El Resplandor”, “Cuentos de la cripta”, “¿Le temes a la oscuridad?”, “Escalofríos” y ver con ansia y curiosidad a ese Golden Retriever con ojos de gato apareciendo en la pantalla, como el preludio de una tarde llena de suspenso y una noche llena de pesadillas, así el capítulo fuera repetido por enésima vez.
Nostalgia es darse cuenta de que dejaste de tener muñecos grandes por miedo a esos que eran fabricados en la planta de “Niños Buenos”, de donde salió el asesino serial más aterrador de toda tu infancia, un sujeto de menos de un metro de alto que, con un cuchillo y mucha imaginación, lograba asesinar cuanta mole de carne se le pasara por el frente.
Nostalgia es recordar que “uno más uno es dos”, mientras que hoy solo ves “Y entonces, reemplazando en la integral la identidad trigonométrica tenemos que la secante de X es…”
Nostalgia es ver los carritos en miniatura y recordar como con ellos hacías una ciudad entera en el patio de tu casa, cómo la tierra de las materas de tu mamá podía ser un desierto, como una alberca llena de agua podía ser el océano atlántico en donde un 15 de Abril de 1912 se hundió el barco más grande de la época, cómo un simple cubo de hielo flotando a la deriva podía ser un gran iceberg, y como los gritos de tu mamá diciendo “¡DEJE DE JUGAR CON EL AGUA!” podían ser más aterradores que el sonido de mil toneladas de acero abriéndose en dos partes en el medio del mar.
Nostalgia es recordar como el ir a una piscina era el acontecimiento más genial de todas las vacaciones, porque la piscina no era solamente un hueco lleno de agua en donde los grandes van a jugar a bajarse los vestidos de baño y a tirarse borrachos con todo y la ropa puesta diciendo “Sábana jajajajajajaja”. No, la piscina era el lugar más divertido de la tierra, un mar completo en donde no montabas sobre un flotador, eras el capitán de una gran embarcación que tenía una sola chimenea y que sonaba “Prrrrrr” al soplar el agua con la boca. Podías ser una ballena que escupía esa agua que hoy te da asco si quiera que entre a tu boca porque recuerdas también que todos los baños quedaban demasiado lejos como para perderse un minuto de diversión.
Nostalgia es recordar cuando le decías a tu papá que querías trabajar un lunes en vez de ir al aburrido salón en donde esa vieja gruñona trataba de meterte los números por los ojos, los oídos y por donde te pudieran entrar. Sí, esos mismos números de los que hoy en día tampoco eres amigo por cosas como esas.
Nostalgia es llegar a final del año en 11 y llorar con “We are the champions” y con “Amigos”, y darte cuenta de que te la pasaste refunfuñando por las evaluaciones que te hacían esos viejos cansones a quienes ahora ves como los ídolos de toda una generación, esos mismos que te enseñaron sobre “El frente nacional”, Egipto, Mesopotamia, Persia, los sintagmas, “I You He She It We You They”, “El teorema de Pitágoras”, potenciación, radicación, los verbos, los sujetos, las conjunciones, “León Tolstoi”, “Jorge Luis Borges”, los acordes de la guitarra, el “Nadaísmo”, el “Modernismo”, el “impresionismo”, y todas esas cosas que ahora mismo se están llenando de polvo en tu cabeza mientras oyes a los ídolos de moda y ves el reality show que mejor define a esta sociedad hecha pedazos.
Nostalgia es darse cuenta de que todas estas cosas han pasado ante tu mirada impasible, que el tiempo, como me dijo una vez uno de mis mejores maestros, “es tu mejor enemigo, porque te muestra día a día en qué la estás embarrando, pero no te da chance de devolverte a arreglarlo sino que te da la oportunidad de que más adelante no lo vuelvas a hacer”, pero que por más de que creas aprender sigues cayendo y cayendo, mientras la vida corre y tú te sientas a descansar. La nostalgia no la produce el ver que la embarraste en el pasado y que no aprendiste, la produce el ver que antes nada de esto importaba, porque no tenías el peso de la sociedad encima, esa misma que te dice que sin un cartón de bachiller y otro de “profesional” no eres nadie y que solo te queda barrer basura en las calles, como si trabajar haciendo que esta ciudad no esté tan asquerosa fuera un estigma, algo de qué arrepentirse y sentirse avergonzado.
Nostalgia es darse cuenta de que antes de abrir los ojos a la realidad solo te importaban los “Armo Todo”, los “Tazos”, “Me salió Charmander, me gané a Squartle, me pelaron a Pikachú”, los “Power Rangers”, las onces de roscón y leche después de un agotador e intenso momento de tareas, dibujitos, colores y operaciones básicas. Y después de abrir los ojos a la realidad resulta que habían más cosas, y muchísimo más complicadas de obtener, como un trabajo… sí, ese mismo que querías cambiar por la aburridora clase de multiplicación de 3 cifras y operaciones con fraccionarios, pero que hoy darías hasta la vida por no necesitar para poder comprarte el nuevo “iPhone” porque el que tienes ya pasó de moda y es obsoleto así haya salido hace tan solo 3 meses, porque comprar un tinto en la calle por 500 pesos no se ve bien y entonces necesitas a “Juan Valdéz” para que te embuta su “Café selecto” por los ojos y las narices y la boca y, con las mismas ansias y sin ningún escrúpulo, te cobre 4 000 pesos por el mismo tinto que te vendía el sujeto del bus en miniatura, que no tenía un motor “V8” sino un “Dos patas” que lo impulsaban con la ilusión de conseguir lo de la matrícula de los niños, las onces, los cuadernos, los servicios, la comida y una que otra “galguería”.
Nostalgia es darse cuenta de que esa frase que dice que “Todo tiempo pasado fue mejor” no es más sino la pura verdad, que no haces girar tu vida en torno al estudio, a las letras, al futuro, ni nada de esas cosas, sino en torno al dinero que podrás ganar después de 5 (o más) años de quemarte las pestañas con un montón de cosas inútiles pero interesantes, que no te importa ir a estudiar por entender sino por sacar buenas notas, como si a la salida en una entrevista te dijeran “¿Y usted cuánto sacó en cálculo integral? Porque acá solo recibimos a personas que hayan sacado más de 4.5”, en que piensas en el futuro como algo que se pudiera comprar con mucho dinero. Lo más chistoso y trágico a la vez es que… ¡Tienes razón! vives en una sociedad que no sabe quién es Beethoven pero que se sabe todas las canciones huecas de Dady Yanqui (o como se escriba), que cambia la oportunidad de aprender a tocar un instrumento por la de aprender a matar extraterrestres con un control que vibra, que cambia un libro por un televisor que enceguece, no solamente por la radiación dañina sino también por el montón de excrementos que sale de esa pantalla y de esos parlantes, porque por ahí te venden la idea de que felicidad = dinero, que tu gobierno te quiere, que tu presidente no es tu servidor sino tu jefe y que por eso puede hacer con tu vida lo que se le dé la regalada gana, que dios es amor pero que ese “amor” cuesta un 10% de tu sueldo, y el tipo que te lo dice violó a su hijo pero no fue juzgado por la maldita sociedad porque es un “hombre de dios”.
Nostalgia, al final de todo, es darse cuenta de que este planeta día a día se está yendo más por la alcantarilla, que hace 50 años los polos eran el doble de grandes que hoy, que los osos polares ahora mueren ahogados, que anualmente miles de ballenas y elefantes son asesinados y quienes lo hacen reciben premios en vez de castigos, que en las plantas de “Shenzen” hoy se ensambla tu nuevo “iPhone” por 5 centavos de dólar el día, mientras que a ti te cuesta dos meses (o más) de trabajo duro, y lo más irónico, en esos 5 centavos de dólar vienen incluidas las vidas, los sueños, las esperanzas y la dignidad de muchísimas personas. ¡PERO TIENE PANTALLA CAPACITIVA Y CÁMARA DE UN CHIRRIÓN DE MEGAHIPERPIXELES!
Y es acá donde me pregunto si este mundo tiene un botón de “Reset”, y tal vez si lo tenga, lo que importa es en donde, para ir a activarlo y regresar todo a las épocas en donde todo era “Caos y Oscuridad”, porque imagino que al lado de este mundo regido por el terror nuclear, la recesión económica, los despidos masivos, las protestas por los “Derechos Humanos” (Y por los izquierdos también), la privatización de la educación y el conocimiento, y los miles más de razones, ese “Caos” sería como el jardín del edén. Tal vez los dinosaurios, en medio de su perniciosa y poco honorable vida, encontraron ese botón de “Reset” del planeta, y le dieron paso a seres muchísimo más capaces de llevar a buen término este paraíso terrenal. Pfff, claro, como no…