lunes, 15 de octubre de 2012 | By: Camilo Ramírez "Milo".

Café y Destino (Final)


***


-¿Qué te pasa?- preguntó con cierto humor al verlo con tal cara de sorpresa Javier, quien parecía haber acabado de ver un fantasma, no dijo nada y simplemente le extendió las dos partes juntas. La sonrisa burlona desapareció de la cara de Liliana y juntos entraron en un trance similar. Parecía que no hubiera coincidencia en todo esto, era como si la palabra que se leía en el último renglón de la página 26 los hubiese unido en ese sitio esa misma tarde.

-Pero, faltan cuatro páginas- dijo ella con un acento plano, como despertando de un sueño.

-¿Y si vamos a buscarlas?- dijo él con un arrebato de energía. Ella simplemente se paró de la silla y le tomó la mano, halándolo con bastante fuerza, pagaron las tazas de café y corrieron a la calle.

La lluvia se había convertido en la dueña y señora de todo el lugar, abundaban las sombrillas, los charcos, los “splash” del agua salpicándolo todo al ser disparada por las llantas de los autos y por los zapatos de la gente que iba con prisa. Los postes, por su parte, alumbraban con una luz derretida todo a su alrededor, como si de sus focos salieran chorros de pintura amarilla que se corriera fácilmente por la acción del viento y de la lluvia precipitándose. En el suelo los charcos distorsionaban los reflejos del mundo con el golpear de las gotas de lluvia, como si del otro lado del espejo de agua el mundo temblara con violencia. Mientras todo esto sucedía, la humanidad, impávida ante las simplezas de una tarde de lluvia, seguía su propio rumbo.

Los dos jóvenes corrían cogidos de la mano, con un ritmo casi frenético, hacia ningún lado.

 -Espera- dijo Javier tratando de detenerse, mientras Liliana parecía correr por el tesoro de su vida.  

-¡ESPERA! - espetó de nuevo con una agitación tremenda.

-¿Qué pasa?- preguntó ella, con su cabello desordenado y mojado y su cara empapada de lluvia.

  -Si el destino nos dio un libro con el final de una historia, ¿por qué no escribimos nosotros en las cuatro páginas que faltan la nuestra? Siempre es más divertido el inicio que el final- y se quedaron mirándose fijamente.

Sus respiraciones estaban agitadas y no solamente por correr como desesperados por la calle, también estaba aquel sentimiento de felicidad y de sorpresa al recordar los acontecimientos que acababan de pasar. Les encantaba la manera como había sucedido la tarde, les encantaba el lugar, el café, la compañía del otro y ciertamente se encantaban mutuamente.

-¿Qué dices?- dijo Javier y, sin más palabras, Liliana se le abalanzó encima y se deshicieron en un beso lleno de energía y de calor, mientras la ciudad parecía derretirse alrededor e irse junto con la lluvia por las alcantarillas.

Las personas pasaban y con sus miradas juzgaban a este par de amantes anónimos que se fundían en con un beso a la luz de un amor efímero, mientras el resto de la humanidad habitaba bajo la sombra de sus sombrillas y se perdían en la oscuridad de un mundo incomprensivo. Separaron sus labios lentamente mientras el corazón aún les latía con la fuerza de la dinamita, se tomaron de la mano y con cierta nostalgia se dirigieron a la parada de bus más cercana, sabían que había llegado el inevitable “fin de una historia”.

Al llegar se despidieron en un abrazo húmedo y cálido antes de que Liliana pasara la registradora que parecía dividir las letras y la realidad. Se puso sus gafas oscuras de nuevo, esbozando una sonrisa algo triste con sus labios y, en silencio, dejó caer algunas lágrimas que se confundieron con las gotas de lluvia que ya estaban sobre su cara. Se dio la vuelta para cruzar el trinquete y, al volver su cara hacia atrás, Javier había desaparecido junto con la brisa que en ese momento soplaba hacia el sur.

  El final de la historia no está escrito aún, cada cual se llevó consigo su fragmento de libro, así que no pudieron conocer la parte restante de este. También ignoro si volverían o no a encontrar sus miradas y sus labios aquel par de amantes anónimos, pero si no volvieron a hacerlo, de lo que si estoy seguro es que ella, en sus días felices, dedica algunos minutos a imaginar finales felices para esa historia que hubo de caber en cuatro páginas.

 Las operaciones matemáticas básicas se parecen entre sí, por ejemplo, la suma se parece a la multiplicación y la resta es parecida a la división. Si se suman los dos dígitos del número en el que termina la parte del libro que posee Liliana y se multiplican los dos de la página en la que inicia la parte de Javier, se tendrá el símbolo del infinito en forma vertical. ¿Qué tantas letras cabrán en cuatro páginas de historias que siempre tienen un buen final?

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